Reconocer, Entender y luchar *

Por Antonio Carlos de Oliveira

O Borda (versão on-line de Jornal de Borda)  ISSN 2525-3697

Soy un hombre en una sociedad machista y patriarcal, blanco en una sociedad racista, heterosexual en una sociedad homofóbica. Digo a mis hijas (Dani, 33 años, Bel, 25, y Alice, catorce) que desde los cinco años, mi familia tiene casa propia, aunque humilde, en la periferia, frente a un arroyo apestoso a pocos metros de una favela, y eso es también un privilegio.

A lo largo de mi vida adulta, que se inició a los diecisiete años cuando me casé, tuve poca necesidad de pagar alquiler, entre otros gastos, lo que me facilitó algunas cosas, por ejemplo hacer un curso universitario.

A pesar de haber ocurrido una ligera mejora, todavía es pequeño el número de personas que hacen un curso universitario en Brasil; entre ellas, la mayoría son blancos y blancas y, en las universidades públicas, la mayoría son jóvenes provenientes de las capas sociales más privilegiadas.

No les transmito a mis hijas el discurso de la meritocracia, que parte del principio de que somos iguales y conquistamos por mérito, esfuerzo y trabajo. La meritocracia no reconoce los privilegios, fuente de las injusticias, y pretende nivelar por debajo sin reconocer y aceptar las diferencias sociales.

En la escuela pública donde trabajo, los y las jóvenes me preguntan cómo puedo tener tantos tatuajes y lo que esto dificulta. Contesto que soy un hombre de mediana edad, tengo cara de “tío” y por eso me para menos la policía. Explico que soy parte del grupo que sufre con la violencia. En este caso son los jóvenes negros pobres, habitantes de las periferias entre catorce y 25 años de edad, los que sufren más arrestos y asesinatos, principalmente por la policía. No siempre fue así: cuando era joven y punk, la policía me revisaba prácticamente cada día, constreñimiento invariablemente acompañado de ofensas, bofetadas en la cara, puñetazos y patadas. Sin embargo, ni de cerca experimentaba las dificultades de mis colegas negros, punks o no.

Reconocer mis privilegios contribuye a entender cómo fui beneficiado por los mismos, esos que fui descubriendo a lo largo de la vida, otros quizá ni siquiera los reconocen. Así lo afirmo porque somos fruto de una educación en una sociedad, y esta no privilegia el reconocimiento de esos privilegios, fuente de las desigualdades. Si hubiéramos sido educados de forma diferente, probablemente no tendríamos tantos privilegios ni desigualdades.

Luchar para superar tales privilegios es también luchar por formas de experiencias educativas diferentes a las que tenemos hoy.

Aceptamos como hecho que todos somos educadores y educadoras, independientemente de nuestra formación. Que esa educación se da desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte. En todos los espacios por donde pasamos, sea en la familia, en la escuela, en la vivienda, trabajo, ocio y cultura.

Esta educación necesita ser crítico-reflexiva, desde presupuestos de investigación e investigación. Es necesario estimular la libertad con responsabilidad, la solidaridad y el apoyo mutuo, formas más horizontales de organización familiar y social, construidas desde abajo hacia arriba, desde lo simple a lo compuesto. Grupos organizados en redes, federaciones locales que agreguen grupos con diferentes finalidades, que busquen crear otras federaciones, primero en los barrios, después en las ciudades, luego en el Estado hasta el nivel nacional e internacional.

Tener como meta una sociedad cuyo poder sea colectivo, social y socialista libertario y también en la cual todos los bienes y riquezas sean colectivos y que busquemos ejercer de forma respetuosa y solidaria el máximo de libertad. Estos principios son las bases para la organización del Centro de Cultura Social (CCS/SP) y del Núcleo de Estudos Libertários Carlo Aldegheri (Nelca/Guarujá), por ejemplo. Son grupos de los que soy parte. Puedo mencionar otros también, como la Biblioteca Terra Livre/SP y la Casa da Lagartixa Preta (Santo André/SP)

Necesitamos luchar para organizarnos y organizarnos para luchar. Cotidianizar la revolución para revolucionar lo cotidiano.

*El texto original en portugués forma parte del Jornal de Borda 05

 

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